HERMANDAD DE LA VIRGEN DEL CARMEN: 2010

Don del discernimiento de los espíritus.
Es el resultado de nuestro caminar por la senda de la oración.
El enemigo actúa astutamente. Para distinguir su acción en nuestro ambiente, el único medio es el Espíritu Santo; nadie tiene por sí solo el discernimiento.
Paulo VI destacó en uno de sus pronunciamientos: “El don de los dones para los tiempos de hoy, es el don de discernimiento”. Y lo es en serio, de lo contrario somos llevados por vientos de varias doctrinas, de aquí para allá, sin saber por dónde ir.
Para tener discernimiento, lo básico es aprender a escuchar al Señor, sus mociones, inspiraciones. Muchas veces lo sentimos dentro de nosotros, moviéndonos: “Haz esto, no digas aquello otro”, pero por lo general sepultamos esto, e inclusive hacemos lo contrario de lo que nos dice. El Espíritu Santo da el don del discernimiento a aquellos que están en él, inmersos, bañados en él, a aquellos que dan tiempo a la escucha, la oración, la palabra.
Debemos ser dóciles a la conducción del Espíritu. Es muy necesario distinguir lo que viene de Dios, de Jesús, del Espíritu Santo, de María, de los ángeles. De lo contrario, todo se confunde en nuestra cabeza. Dios quiere darnos esta gracia: el don del discernimiento de los espíritus, que es el resultado de nuestro caminar por la senda de la oración.
Es necesario caminar, progresar y perseverar en los grupos de oración, en la Palabra de Dios, en la docilidad, y en el trabajo del Señor. Así nos vamos transformando en terreno cada vez más fértil para el sembrío. Percibimos que una palabra no viene de Dios, sino del maligno, cuando nos hace mal, nos agrede.
La falta de discernimiento es de los principiantes e inmaduros. Claro que Dios nos salva de estas situaciones. Hemos sido salvos por Él, que quiere darnos, cada vez más, el discernimiento de los espíritus, la capacidad de percibir y sentir en nosotros lo que es y lo que no es de Dios, lo que viene del Espíritu Santo y lo que viene del mal. Debemos ser cuidadosos en cuanto a esto, pues, en nuestro espíritu humano se entremezclan el orgullo, la vanidad, los celos, la envidia, las rivalidades y la competencia con los demás.
Si no tenemos el discernimiento de los espíritus, podemos pensar que viene de Dios, algo que, en realidad no es de Dios. Se trata sólo de orgullo y vanidad de mi parte y yo me lo trago todo, como si fuese de Dios.
El Señor tiene para nosotros este grande y precioso don que es el discernimiento de los espíritus. A pesar de que es un don, a pesar de que nos es dado gratuitamente, es también el resultado de nuestra caminata. Debemos caminar y madurar, y lo que nos hace madurar es la perseverancia, la oración, la Palabra de Dios y la docilidad. Y con la madurez viene también el discernimiento de los espíritus. Que Dios te conceda este gran don:
Puedes orar ahora:
Señor Jesús, te pido el discernimiento de los espíritus. Necesito mucho este don, para no confundir las cosas. No quiero aprender nada malo, no quiero ser confundido. Quiero ser guiado, conducido, orientado por Ti. Dame, Señor, el don del discernimiento de los espíritus. ¡Amén!
Pido para ti, la gracia de la caminata del discernimiento, para que puedas andar por tu camino con perseverancia. Pido que, una vez maduro y arraigado en Jesús, tengas todo el discernimiento, para poder servir al Señor cada vez mejor, como siervo bueno y prudente a quien el Señor puede confiar lo que tiene de más precioso.
Del libro: “Aspirai aos dons espirituais” del
Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva